
No creo que se cuestione la importancia que tienen para nuestra  ciudad, y principalmente para su puerto, las visitas que realizan  frecuentemente esos colosales y lujosos hoteles flotantes llamados  cruceros -antes se les denominaban transatlánticos- en los que viajan  miles de personas con grandes posibilidades económicas. En algunas  ocasiones han coincidido hasta tres en el muelle de santa Catalina, que  podrían elevarse a cinco o seis -como en el puerto santacrucero, muy  inferior al nuestro en categoría e instalaciones- pero para ese número  no se dispone del suficiente espacio de atraque ya que casi todos los  muelles que integran el Puerto de La Luz y de Las Palmas están ocupados  por barcos-chatarra, abandonados por sus propietarios porque ya no les  son rentables y debiendo a los tripulantes sus emolumentos de varios  meses, por lo que subsisten gracias a la caridad pública, y también por  los que han sido capturados transportando alijos de drogas, que son  enviados en casi su totalidad a nuestro puerto. ¿Por qué no se remiten  al de Santa Cruz de Tinerfelandia o a otros de la Península y siempre al  de aquí?
El señor Sánchez Simón, presidente o director de los puertos  de la provincia de Las Palmas, debería contestar a esta pregunta que le  formulo con unos argumentos sólidos y creíbles, y preocuparse además de  que toda esa chatarra sea erradicada de nuestros muelles. También  tendría que ocuparse de la construcción de un muelle o dique con la  extensión suficiente para que pudieran atracar con comodidad y seguridad  más de esos tres cruceros, que parece es el número máximo que ahora  puede hacerlo, un poco apretados, en el pequeño muelle de santa  Catalina.
Aparte de esta falta de espacio suficiente para varios  cruceros de gran tamaño, que compete a la autoridad portuaria, el  Ayuntamiento de la Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria está  OBLIGADO a mejorar el deplorable, deteriorado, sucio y cochambroso  aspecto de toda la zona por donde desembarcan los cruceristas -llena de  detritus, orinadas y pintadas, algunas exaltando el gamberrismo; con los  bancos derruidos, los parterres abandonados, con un césped descuidado y  una arboleda y flora destrozadas- que se llevarán una pésima impresión  de su primera visión de la ciudad a la que arriban, no solamente por  todo el entorno del parque de santa Catalina, sumamente degradado, sino  por el ambiente humano allí omnipresente, constituido principalmente por  vagos y maleantes -de esto pueden dar fe los comerciantes de la zona- y  por numerosos inmigrantes sin ocupación (esto lo estoy también viendo  diariamente en la plaza de Hurtado de Mendoza o plazuela de las ranas).  Tanto el recinto del parque referido como las calles de su entorno, por  citar un ejemplo Luis Morote, se han convertido en lugar de reunión de  foráneos con aspecto no muy presentable en sus indumentarias, y de  delincuentes y matones -recuérdese el asesinato de un joven el pasado  año, si mal no recuerdo, en la calle Franchy Roca-. Es penoso que todas  esas vías de la demarcación de nuestra incomparable playa de Las  Canteras presenten tan lamentable estado, con edificios descuidados y  algunos en estado ruinoso -mi esposa y el que estas líneas redacta hemos  decidido con gran amargura por nuestra parte no pasear por esa zona, y  no porque seamos clasistas, racistas o xenófobos, que no lo somos, sino  porque ese ambiente tan desagradable hiere nuestra sensibilidad-  totalmente alejado del cosmopolitismo que añorados años atrás tuvo,  cuando era el lugar de referencia del turismo internacional.
Pero cuando  el Sur de Gran Canaria comenzó a descollar, los empresarios de Las  Canteras aceptaron como hecho inevitable e insuperable que los turistas  preferirían las playas sureñas y fueron incapaces -aceptando la derrota  sin presentar batalla- de realizar una eficaz campaña propagandística de  las ventajas y virtudes que ofrece la más óptima playa urbana de Europa  -y quizá del mundo, y no exagero un ápice-, enclavada en la ciudad más  importante de Canarias, con una amplia e importante oferta cultural,  deportiva, gastronómica, etc. Las playas de san Bartolomé de Tirajana  -san Agustín, El Inglés, Maspalomas (¿No sería posible la construcción  de un dique partiendo de la explanada del faro, pero no que se extienda a  todo su largo, que impida que, en los temporales, las mareas se lleven  la arena y afloren grandes cantidades de piedras, que dificultan e  incomodan el paseo por la orilla? El Ayuntamiento debe tomar las medidas  necesarias, aunque sean artificiales, para impedir esta reiterada  degradación de la playa cada vez que se produce un temporal, que antes  no sucedía, al menos con tanta frecuencia -y la disminución de la altura  de las dunas, su principal atractivo-, que obviamente incomoda a los  turistas, que probablemente se sentirán defraudados ante esta lamentable  imagen.
Creo que debería convocar un concurso de ingenieros, nacionales  e internacionales, si fuera necesario, que aporten soluciones a este  problema, que no ha de aceptarse como irremediable por producirlo la  naturaleza, que puede ser dominada con medidas inteligentes), etc- y las  de Mogán -Tauro, Taurito, Patalavaca, Puerto Rico, Amadores (estas dos  últimas artificiales)...-
NUNCA debieron haber producido la desaparición  del turismo de Las Canteras sino ser un complemento de ésta como ha  sucedido en Chicharrelandia, donde el Puerto de la Cruz -sin contar con  playas- continuó como centro turístico -ahora parece estar en  decadencia, según información que he recibido de un buen amigo allí  residente- sin que le perjudicara la urbanización de su Sur, que no  tiene sino playejas, sin comparación alguna con las del nuestro, como  tampoco El Puerto de la Cruz puede compararse con Las Canteras en medios  naturales. Pero los chicharrerones, con mentiras y engaños, colocando  en sus propagandas nuestras playas y las de Fuerteventura, han  conseguido sus objetivos y cuentan con estupendas instalaciones  hoteleras que superan en número a las nuestras.
Me pregunto si los  turistas -nacionales y extranjeros- que van a Las Américas y a otras  playejas similares, artificiales, con arena de pésima calidad, cerradas  por diques que impiden ver el horizonte, son tontos y no expresan sus  protestas cuando no ven las playas -la de Maspalomas con sus dunas, la  de El Inglés, la de Jandía, las de Corralejo, etc- que les han ofrecido  en los folletos publicitarios y en las agencias de viajes, pagadas para  engañarlos, sigan volviendo allí, no presenten demandas por fraude y no  difundan entre sus compatriotas el timo del que han sido víctimas. No  comprendo esta actitud tan pasiva cuando han sido estafados. Pero el  hecho real es que siguen yendo por miles aunque en esas playejas tengan  que estar casi unos por encima de otros por no haber sitio para  colocarse con alguna comodidad. Y esto lo he comprobado personalmente.  Sin embargo, Gran Canaria, con unas magníficas playas, tanto en la  capital -Las Canteras, y hasta La Alcaravaneras, mejor que El Médano y  Los Cristianos, y si me apuran La Laja- como en el Sur, está por debajo  de Tinerfelandia en el número de turistas recibidos y en cantidad de  hoteles porque, equivocadamente, se optó más por los apartamientos.
También es cierto que por haber comenzado antes aquí, muchas de las  instalaciones extrahoteleras están bastante deterioradas y precisan de  unas buenas reparaciones que mejoren su aspecto, pero los propietarios  únicamente quieren beneficios sin caer en la cuenta de que para  conseguirlos la oferta ha de ser de calidad.
Por otra parte, la  urbanización de la playa de El Inglés, excepto algunas zonas edificadas  con mayor acierto arquitectónico, deja bastante que desear, sobre todo  en seguridad y ruidos nocturnos, de los que son emisores  mayoritariamente las discotecas y otros lugares de ocio, con atronadores  altavoces.
En una absurda obsesión por urbanizarlo todo no se  reservó un espacioso solar para un parque que pusiera una nota de  vegetación y verdor agradables entre tanto edificio. No era esto lo que  se pretendió con aquel concurso internacional de arquitectos convocado  en su día para urbanizar toda la zona pues en todos los proyectos se  respetaba escrupulosamente el oasis de Maspalomas y las dunas, pero la  avaricia del propietario, el conde de la Vega Grande, llegó al extremo  de destrozar el palmeral para erigir hoteles y apartamientos, y muchas  palmeras quedaron en pie porque las aprovecharon para los jardines de  esas instalaciones, e incluso se llegó en esta obsesión urbanizadora a  comenzar la edificación de un hotel sobre una duna, que, afortunadamente  fue derruido. ¿Y que decir de la usurpación del barranco de Maspalomas?  Una auténtica aberración que además contó con la bendición de la  Justicia, que falló a favor del mencionado conde conculcador, cuando los  barrancos, según nuestra legislación son de dominio público; al menos  eso fue lo que me enseñaron cuando inicié mis estudios de Derecho, pero  como dijera Francisco de Quevedo y Villegas "Poderoso caballero es don  Dinero". Por suerte la zona de Meloneras, más reciente, ha tenido mejor  fortuna y ha sido urbanizada con cierto sentido común, edificándose  hoteles de categoría y calidad por lo que es allí donde solemos ir mi  esposa y este escribidor a disfrutar de nuestras vacaciones veraniegas.
Volviendo  al tema que titula este artículo, que es el del deterioro del parque de  santa Catalina, sobre todo en la zona por donde pasan los viajeros de  los cruceros, me pregunto si el alcalde Jerónimo Saavedra y el concejal a  quien corresponda esa demarcación, no se pasean a pie por la ciudad  para observar el estado en que se encuentra, o no reciben quejas de la  autoridad portuaria y de las consignatarias de esos cruceros que les  informen del bochornoso aspecto que presenta la entrada a la capital  para esos cruceristas, que se llevarán una deprimente y negativa  impresión de nuestra capital, y pensarán, con toda lógica, que si este  es su acceso como será el interior. Esto contrasta grandemente con lo  que se encuentran al desembarcar en el puerto de Santa Cruz de  Chicharrelandia, que ofrece una visión bastante agradable. A Jerónimo  Saavedra he de censurarlo como alcalde -no como amigo ,al que aprecio-  que no se ocupe ni se preocupe por el estado de la ciudad que gobierna  con tan poco acierto a juzgar por los hechos tan palmarios que no  admiten disculpas ni discusión. Confieso que me ha decepcionado en las  esperanzas que deposité en él cuando le concedí mi voto en la creencia  de que subsanaría los enormes errores cometidos por la nefasta Josefa  Luzardo, pero, lamentablemente tengo que reconocer que todo continúa  igual, y en algunos casos peor, que en el mandato de la del PP. A  Jerónimo, como político y como votante suyo que fui, le exijo una mayor  dedicación a la mejoría de esta ciudad, que desde hace años no tiene  suerte con sus alcaldes. Y siento ser tan duro con él por nuestra vieja  amistad, pero tengo que reconocer con profundo dolor por mi parte que me  ha defraudado totalmente. Así dudo muchísimo que consiga esa  capitalidad europea de la cultura que se ha propuesto, mientras ha  abandonado la petición a la UNESCO para la declaración del centro  histórico (Vegueta-Triana) como Patrimonio de la Humanidad. Pero tampoco  se puede decir que estos barrios estén atendidos y cuidados como  merecen, y eso que Jerónimo es veguetero. ¿Qué se le mostrará a los  comisionados para la capitalidad europea de la cultura y para el  patrimonio de la humanidad? Deterioro y basura.
Cierto que Jerónimo y  sus concejales no se ocupan en absoluto del estado de la ciudad, y esto  es lamentable y censurable; pero no es menos cierto que la mayoría de  sus habitantes, que no ciudadanos, son unos guarros, que la ensucian  continuamente, que rompen el mobiliario urbano, que la degradan con  pintadas, con colillas, con defecaciones humanas, perrunas y de palomas.  Ante esto, por mucho entusiasmo y por mucha voluntad que haya en los  miembros del consistorio poco a nada se puede hacer porque lo que se  limpia o adecenta ahora inmediatamente está degradado, por ello se  impone extremar la vigilancia policial y sancionar con la máxima dureza  permitida por las leyes y los decretos municipales a estos gamberros  degradadores de la urbe. Mi preocupación por el deplorable estado de  nuestra ciudad no es reciente sino que se remonta a muchísimos años  atrás.
Como ejemplo, entre muchos que podría poner, me remito a un  extenso artículo que me publicó La Provincia el 10 de Diciembre de 1978 -  Hace ya ¡32 años!- en las Páginas especiales (centrales) del Domingo,  titulado "Viaje a la ciudad de la incuria y la ceguera", con motivo de  la conmemoración del medio milenio de su fundación, y creo que no  necesito exponer su temática porque el título es lo suficientemente  demostrativo de su contenido. Y terminaba este artículo diciendo: "Pero  como soy optimista abrigo la confianza de que algún día se sienten en  los escaños municipales hombres de visión clara que salven lo poco que  queda -si es que ya queda algo- y mejoren lo que puedan de lo abandonado  (lo malogrado es imposible de recuperar, añado ahora). Quizás para la  conmemoración del milenio haya alguien que escriba un artículo  encomiástico de la ciudad destacando todos los aciertos municipales que  la hayan transformado en un habitat agradable y racionalmente  planificado. Es lo que deseo sinceramente. Lo malo es que ya será  demasiado tarde, pues ya no estaremos aquí para disfrutarlo. Por eso  tendríamos que decir ahora ¡basta! y exigir una remodelación de la  política municipal que garantice la participación activa del ciudadano  -que también habrá de elevar su bajísimo nivel de civismo- en la  vigilancia y conservación de la cosa pública como único medio de  controlar la gestión consistorial a fin de exigirle responsabilidades, y  de evitar su progresivo deterioro. Pero dudo que seamos capaces de  conseguirlo."
Hoy, transcurridos 32 años del citado artículo, visto lo  sucedido durante esas tres décadas y dos años más, en las que se ha ido  malogrando y abandonando muchísimo más porque no se han sentado en los  escaños municipales esos hombres de visión clara a los que me refería en  el citado artículo, el optimismo que expresaba en su final para los  tiempos futuros se ha transformado en un negro pesimismo ya que la  Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, a pesar de su pomposa  denominación, se va hundiendo día a día en una interminable degradación y  en un palmario deterioro por culpa de los ineptos regidores municipales  y de los incívicos habitantes, que no ciudadanos, insisto.
Los  millones de euros que le cuesta al Ayuntamiento, por capricho de  Jerónimo, por supuesto, mantener al teatro Pérez Galdós con programación  propia, con el director y con más de una decena de administrativos,  podrían emplearse mejor en atender las necesidades de la ciudad. Y esto  lo reconozco sin detrimento de mi melomanía. El Pérez Galdós debería  funcionar como antes de su cierre para las espantosas reformas que han  afeado el hermoso edificio , con empresarios que lo alquilen y traigan  compañías de teatro oral y de ballet, porque la Ópera y la Zarzuela ya  tienen sus respectivas asociaciones que realizan sus festivales anuales.  En esta época de gravísima crisis se impone reducir gastos  innecesarios. Y mientras Jerónimo gasta millones en el teatro Pérez  Galdós, le reduce la subvención a los Amigos Canarios de la Ópera, y  expone que "tendrán que ofrecer óperas en versión concierto porque no  hay dinero para la escenografía", y mucho más a los Amigos Canarios de  la Zarzuela, que ya han realizado funciones en concierto. A mí,  particularmente, no me interesa este sistema porque si son géneros  teatrales han de ser representados con todos sus elementos, o sea  decorados y acción escénica. Sé que si se suspendiera la programación  propia del Pérez Galdós no serían necesarios esos administrativos por lo  que irían al paro; lo siento por ellos, y no lo deseo en modo alguno,  pero no se puede seguir manteniendo esta situación ruinosa para el  Ayuntamiento, que inició Josefa Luzardo para colocar de director al  valido de don Guillermone, Rafael Nebot, pero una vez fallecido éste,  Jerónimo pudo aprovechar la coyuntura y poner punto final al derroche,  máxime cuando no todo lo que se ha programado ha sido aceptable, como  mínimo.
Para solistas musicales tenemos la Sociedad Filarmónica - la más  antigua de España-, a la que se deberían mejorar las subvenciones para  que contratase concertistas de mayor renombre, como hacía antes. Además,  para colmo, el director del teatro no tiene su residencia en nuestra  ciudad sino en Madrid, y solamente viene para los actos que programa el  teatro, así que si alguien quiere pedirle una entrevista se encuentra  que no podrá recibirlo por ausencia. ¿Es esto consecuente con tal cargo?  En mi opinión, NO. El director debería estar diariamente en su despacho  cumpliendo su horario laboral, que para eso está muy bien pagado.
Los  consignatarios de esos cruceros prefieren a Funchal para la entrada del  nuevo año por la magnífica exhibición de fuegos artificiales que en esa  pequeña ciudad realizan, con una duración cercana a la media hora. A  Jerónimo Saavedra esto le parece bien porque dice que "no se puede  competir en ese aspecto con Funchal porque no hay dinero para ello",  pero sí que se tiene para el teatro Pérez Galdós, como ya he expuesto  más arriba, y deja escapar una estupenda oportunidad que generaría  beneficios para nuestra ciudad con la estancia de tantos miles de  cruceristas. No entiendo el sentido que de la economía tiene nuestro  alcalde. Por lo que parece, la pequeña capital de Madeira dispone de más  dinero que la nuestra con un muy inferior número de habitantes, de  comercios, de industrias y demás estructuras, y esto lo puedo afirmar  porque la conozco perfectamente por haberla visitado en dos ocasiones,  la última hace tres años.
Carmelo Dávila Nieto