Marruecos está en el umbral de un cambio de ciclo económico importante, puesto que la crisis mundial también toca a sus puertas. Tiene el país un exceso de población joven en demanda de empleo y que se ha puesto como objetivo el logro anualmente de 200.000 puestos de trabajo urbano que necesita satisfacer. Objetivo que el gobierno de Mohamed VI no podrá cumplir. Las exportaciones de fosfatos han caído en un 32 por ciento; debido a la caída del turismo, la ocupación hotelera ha disminuido el 30 por ciento y cada año se destruyen cerca de 50.000 puestos de trabajo. Las remesas de dinero enviadas por los marroquíes desde el extranjero se redujeron en un 30 por ciento; y en cuanto al índice del desarrollo humano, Marruecos ocupa el puesto 127 entre 179 países, y en lo que concierne a la corrupción está en el puesto 80 de 180 países.
Con todo este panorama de crisis mundializada a la vista, las cuestiones sociales que pretendía el rey alauí atajar y solventar se le dificultan sobremanera, por lo que al descontento ya existente sólo le basta una simple cerilla para que el polvorín prenda.
Ante la posibilidad de un estallido social que desestabilice parte del Magreb, nos viene a la memoria el dispositivo psicológico que ponen en práctica gobiernos comprometidos e incapaces de salir de la crisis que originan, que es ni más ni menos que enardecer y exaltar el patriotismo nacional e ir a la búsqueda de un enemigo común que amenaza al país, y así, echando en el olvido penurias y hambrunas, todos a una, juntos a la lucha. Así aconteció cuando el reinado de su padre, Hasan II. El país se tambaleaba por el descontento de la población y tras un golpe de estado fallido se inventó aquello de la Marcha Verde para recuperar el Sahara Occidental. Lo mismo en la Argentina, cuando revuelta tras revuelta la Junta Militar al mando del general Galtiere decidió encauzar el sentimiento nacional en contra de Inglaterra para ir al rescate de las islas Malvinas.
Pues si eso es y ha sido así no olvidemos que parte del gobierno alauí está integrado por miembros del Istikial, partido nacionalista que no cesa en reivindicar las Islas Canarias como pertenecientes a Marruecos para dar satisfacción a la idea del Gran Magreb. Por lo que es fácil deducir que, si la crisis del país vecino se acentúa, no es descabellado pensar que la insistencia de Marruecos hacia las islas como parte de su territorio se convierta en una política de Estado y de tapadera incitadora hacia la conquista tras la permanente reivindicación de Canarias. Por eso digo: cuidado, que el Magreb se desestabiliza.
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