La noticia publicada en la edición del pasado Sábado, 11 del corriente mes, en el periódico La Provincia, en la que informaba que un Real Decreto había sancionado una disposición de la Ministra de Medio Ambiente del Gobierno Socialista, Rosa Aguilar, para la erradicación de nuestro archipiélago de las especies no autóctonas, entre ellas el almendro y el castañero, para "proteger" aquellas de la "invasión" por parte de éstas, y que debía haber entrado en vigor en Diciembre último, me ha dejado sumamente perplejo y asombrado por la magnitud de semejante despropósito. Si la noticia hubiese aparecido el 28 de ese mes, la habría considerado como la "inocentada" correspondiente a la fecha, pero al publicarse ahora hay que tomarla muy en serio por las tremendas consecuencias, sumamente perjudiciales para la agricultura isleña, y que hay que evitar con la máxima urgencia que el caso exige.
En ASCAN -Asociación Canaria de Amigos de la Naturaleza, pionera en la defensa de la ecología en Canarias- nos opusimos SIEMPRE Y ROTUNDAMENTE a la repoblación con pino insigne, especie foránea y perjudicial para nuestra naturaleza, también expresamos -en lo que recuerdo- nuestra disconformidad por las extensas zonas pobladas de eucaliptos en la carretera hacia el barrio moyense de Fontanales, porque estos árboles desecan excesivamente los terrenos donde están plantados e impiden el crecimiento de vegetación. Pero NUNCA nos opusimos -ni tampoco los grupos ecologistas posteriores, que yo sepa- al almendro, al castañero, al manzanero, al peral, a la uva, al naranjero ni, por supuesto al plátano -que llegó a Canarias en el siglo XV- y al tomate porque sabíamos que no solamente no perjudicaban a nuestras especies autóctonas sino que además de necesitarlas para nuestra alimentación, el plátano y el tomate, principalmente, fueron en la dorada época de su exportación a los mercados internacionales especialmente, nuestra casi ÚNICA fuente de ingresos- el gobierno franquista se llevaba para Madrid las divisas generadas por nuestros exportadores y las repartía según le parecía- hasta la aparición del turismo; sin menoscabar a la uva transformada en acreditados vinos como los de Lanzarote, Tinerfelandia y La Palma, pues aquí, aunque tuvimos el afamado vino del Monte, lamentablemente hubo una bastante prolongada época en la que casi se abandonó el cultivo de la vid -desconozco los motivos- y, por ende, decayó la producción vinícola, que actualmente parece estar experimentando una importante recuperación; no se puede olvidar que nuestros malvasías fueron caldos acreditados y apreciados internacionalmente, hasta el extremo de ser citados en algunas obras -que ahora no tengo presentes y que habría de releer para citarlas por sus títulos- del genial William Shakespeare, entre otros destacados literatos de su época y posteriores.
También es obligado reseñar el buen aceite que se obtiene de los olivares de Temisas, en el municipio grancanario de Agüimes. Tampoco se deben omitir los ricos bienmesabes y los sabrosos quesos de almendras de elaboración tejedense, y la variedad de dulces almendrados producidos en La Palma. Ignoro si en Tinerfelandia elaboran algún producto con este fruto porque no lo he visto en mis varias visitas a esa isla. De cumplirse ese desafortunado Real Decreto -que no conlleva irrespeto al Rey-, los perjuicios que ocasionaría a la maltrecha economía del archipiélago serían incalculables, pues no únicamente no se podrían exportar y vender los principales, como el plátano y el tomate, sino que estos y los restantes frutos tendrían que ser importados con el consiguiente aumento del coste de la cesta de la compra, que en Canarias es de lo más elevados de la nación, y, palmariamente, los artesanos de Gran Canaria -Tejeda- y de La Palma -no recuerdo ahora el nombre de la localidad o localidades- que los elaboran se arruinarían e irían a ingresar en las elevadísimas y escalofriantes listas del paro canario, superior, en proporción, al peninsular. Aparte de la pérdida de la belleza que aportan al paisaje los almendros en flor, especialmente en Tenteniguada y en la zona cumbrera grancanaria. Tampoco podríamos degustar el gofio de millo - para mí más gustoso que el de trigo- por no ser el maíz no autóctono, al igual que la papa, el aguacate, y tantas otras especies, que tendríamos que importar.
Confío que el Gobierno de Canarias, los Presidentes y Consejeros de Medio Ambiente de los Cabildos de las islas, y los Alcaldes de los municipios afectados, efectúen las oportunas y procedentes reclamaciones con toda la firmeza que la gravedad del caso exige, y aportando los argumentos que avalen la razón que justamente les asiste. Tienen la INELUDIBLE OBLIGACIÓN de defender los intereses de todos los canarios ante esta brutal -no encuentro otro calificativo para definirla- agresión. Y si fuera necesario convoquen una multitudinaria manifestación de protesta y rechazo.
La señora -presumo que lo será- Rosa Aguilar antes de tomar esa dislatada decisión debió haber venido a nuestro archipiélago y visitar detenidamente cada isla para comprobar sobre el terreno si se correspondía con la realidad, y sólo entonces dictaminar con pruebas irrefutables e indiscutibles que esas especies foráneas están perjudicando y desplazando a las autóctonas. Una vez más -y ya son tantas- los canarios tenemos que depender de los dictados emitidos desde Madrid -y no soy en absoluto independista sino además, hasta ahora, votante, pero no militante, del PSOE, que me ha defraudado- y acatarlos con un amén. Tampoco comprendo como el Rey -por el que siento simpatía por su admirable postura en el tristemente famoso 23F, aunque no soy monárquico, tampoco republicano, sino sencillamente demócrata y por lo tanto acepto y respeto lo que la mayoría de los españoles voten (como ahora al PP, que espero cumpla rigurosamente sus promesas preelectorales), excepto un régimen totalitario, absolutista y tiránico como el repudiado franquismo- estampó su firma en ese decreto tan ligeramente, sin enterarse de los enormes perjuicios que su cumplimiento ocasionaría en una Comunidad Autónoma con tan escasos recursos económicos, y que sobrevive gracias al turismo, y sobre la que ahora pende la controvertida cuestión petrolífera, de la que se desconoce si nos será beneficiosa o no ya que no se nos ha facilitado información competente y minuciosa sino simples palabras del Ministro José Manuel Soria, no respaldadas con unos argumentos sólidos, consistentes y convincentes, y además está el grave problema del deslinde de las aguas territoriales con Marruecos.
No creo que Juan Calos I no lea lo que firma, porque si así fuera, hablando en hipótesis, podría estampar su rubrica en un documento que entregara las Islas Canarias a Marruecos. El no leer lo que va firmar, confiando en el Presidente del Gobierno o en un Ministro, es imperdonable en un Jefe de Estado. Y sí así hubiera sucedido en este lamentable caso que nos atañe, y que no debe tomarse a broma por lo lesivo que será para Canarias, en algún momento la Historia le pasará su factura, como se la pasó, y muy carísima, a Rodríguez Zapatero, quien, por cierto, ¿no se enteró del dislate de Rosa Aguilar? Yo supongo que sí porque creo que ella no actuaría por libre, pues entiendo que las iniciativas y propuestas se plantearán y discutirán en Consejo de Ministros y se contrastarán los diversos pareceres, como sucede en las reuniones de las Juntas Directivas de las sociedades, sean culturales, recreativas o deportivas, pero desconozco el protocolo de las de los gobiernos, sean nacionales o autonómicos.
Sí Rodríguez Zapatero lo conoció, debió haberla persuadido de la inconveniencia de su proyecto sin conocer el terreno donde quería desarrollarlo y de las enormes consecuencias negativas que su aplicación ocasionaría, siempre concediéndole al entonces Presidente del Gobierno cierto nivel de inteligencia, que en algunos momentos muy importantes me pareció poseía en mínima medida; esto lo he de reconocer no obstante mi simpatía hacia su persona.
Quiero ser optimista y mantener la esperanza de que se impondrá la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza, y que este deplorable asunto que ha provocado mi justa indignación, y supongo que la de la mayoría si no la de la totalidad de los canarios, quede zanjada definitivamente a favor de nuestros legítimos intereses. Y que Rosa Aguilar, de tan triste recuerdo para Canarias, sea declarada persona non grata en nuestro archipiélago.
Carmelo Dávila Nieto