POR LA MUERTE DE OSAMA BIN LADEN
Uno de los participantes de la gran manifestación celebrada en Londres, ante a la embajada de Estados Unidos de Norteamérica, para protestar por la ejecución de Osama Bin Laden por un comando militar de esa nación, portaba una pancarta en la que exponía -en inglés, por supuesto- "El mundo será musulmán". De ello están plenamente convencidos los millones de islámicos establecidos principalmente en Europa, con el consentimiento de los débiles gobernantes de las naciones que los acogen: Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Noruega, Suecia, Suiza, etc, o quizá con la connivencia de los demócratas políticos. Lo expuesto en la referida pancarta es más que una provocación, una declaración de guerra, como también lo es la amenaza que varios imanes hicieron al obispo de Esmirna con relación a Europa: "os conquistaremos con vuestras leyes democráticas y os dominaremos con nuestra religión". Y habrán todavía algunos ingenuos occidentales que ante estas tremendas admoniciones sigan creyendo de buena fe en la posibilidad de una convivencia pacífica con unos individuos que ya en el siglo veinte y uno siguen admitiendo la Guerra Santa contra el "infiel", para vencerlo y luego imponerle su retrógrada religión. Por cierto, en el Corán que afirman escribió Mahoma a inspiración del arcángel Gabriel -que no pudo redactar personalmente en modo alguno porque el alfabeto árabe fue creado dos siglos después de la muerte del profeta- no contiene el precepto de la "guerra santa", que es un añadido muy posterior según está ampliamente demostrado por los estudiosos del Islam. Además a los musulmanes no les interesa ni conviene esa contienda bélica, por "santa" que sea, porque saben perfectamente la enorme superioridad del armamento y de la preparación de los ejércitos occidentales, que los aplastarían contundentemente.
Con el título "Europa ¿musulmana?" este periódico publicó el 29 de Noviembre de 2010 un extensísimo artículo en el que reproduje literalmente los fragmentos más interesantes y reveladores sobre este tema del libro de Christopher Caldwell "La Revolución Europea. Cómo el Islam ha cambiado el viejo continente", cuya lectura vuelvo a recomendar a los que aún no lo hayan hecho porque la obra es sumamente crítica y reveladora de una realidad que está nítidamente omnipresente, y mi artículo solamente ofrece una visión muy parcial y reducida del ingente trabajo investigador de Caldwell, que produce escalofríos. Si el Islam se impone en el mundo -que espero que no- carece de todo sentido la machacona majadería de don Pepone en su Día-rrea sobre la independencia de Canarias de España que, según él, se apodera con rapiña de nuestras "inmensas riquezas" (¿), y su preocupación porque en cualquier momento Marruecos se adueñe del archipiélago porque está en sus aguas territoriales, de acuerdo, afirma, con el Derecho Marítimo Internacional, y nadie podrá defendernos. Siendo independientes, las islas serían conquistadas más fácilmente y serían plenamente musulmanas, porque ¿con qué armas y ejército se defenderían de la invasión? Si es tan fácil esa conquista, ¿por qué Marruecos no la ha realizado desde hace tiempo? ¿A qué está aguardando? Sus argumentos, don Pepone, son producto de su demencia senil. También Marruecos no cesa de reclamar reiteradamente Ceuta y Melilla, cuando estas ciudades pertenecían a España -concretamente a Castilla- muchísimos años antes de la existencia del reino marroquí.
No voy a juzgar la acción del comando norteamericano que dio fin a la vil existencia de Osama Bin Laden y a la de otras personas que lo acompañaban en su refugio pakistaní. Por principio considero que no se debe matar a personas indefensas -al margen de su actividad criminal indubitadamente demostrada- con premeditación y alevosía, acción que está tipificada en nuestro Código Penal como asesinato, porque es obvio que existió la premeditación pues la operación fue perfectamente planeada, pero lo que no encuentro tan claro es la alevosía, que se define como "cautela para asegurar la comisión de un delito sobre las personas sin riesgo para el delincuente", porque evidentemente existió riesgo para los miembros del comando por mucha cautela que tomaran, y además no sé si se le puede considerar delito y calificarlos de delincuentes, y desconozco también la consideración que este acto tenga en el Código Penal norteamericano al tratarse de un peligrosísimo terrorista, instigador y alma mater de horribles atentados, que todos conocemos, que costaron la vida a más de cuatro mil personas, como los de las torres gemelas de Nueva York y del Pentágono, entre otros. Para los norteamericanos son unos héroes que vengaron a sus muertos. Por otra parte, como no han transcendido detalles de la operación, se desconoce si el comando tenía órdenes estrictas de matarlo y no de apresarlo para trasladarlo a Norteamérica y ser juzgado y condenado allí; quizá esto hubiera hecho peligrar la acción y llamado la atención de los que deambularan por la zona, y llevarla al fracaso, y ese era un riesgo que no se podía correr, por eso el Gobierno norteamericano no comunicaría al de Pakistán el escondite de Bin Laden para que sus fuerzas de seguridad lo apresasen, que habría sido lo correcto de acuerdo con el Derecho Internacional, porque ha sido una absoluta intromisión en una nación con la que se mantienen relaciones diplomáticas, pero temerían que algún simpatizante lo avisara y le diera tiempo a escapar. No estoy justificando el procedimiento para el fin de Bin Laden sino simplemente especulando sobre las posibles razones que motivaron su rápida eliminación del mundo de los vivos; de todas maneras los U.S.A están acostumbrados a actuar así porque creen que el mundo es propiedad suya. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Empero no estoy muy convencido de que con su muerte ya haya finalizado el peligro de Al Qaeda, porque presumo que debe ser un grupo muy bien organizado y con diferentes jefes preparados que la permitan seguir siendo, por desgracia, operativa -aquí tenemos el ejemplo de ETA, que continúa vigente a pesar de las frecuentes detenciones de varios de sus cabecillas-, puede ser un caso de Hidra que necesitaría un Hércules que les cortara de un solo golpe todas sus cabezas para acabar definitivamente con ella; de todos modos habrá sido un golpe gravísimo para la organización terrorista musulmana, que les hará temer por su seguridad aunque fanfarroneen amenazando con represalias, por lo que se impone extremar la vigilancia para tratar de impedirlas en lo posible.
Pero lo que está claro, y ha quedado palmariamente demostrado con las manifestaciones musulmanas de repulsa por la ejecución de Osama Bin Laden en numerosos países europeos y musulmanes, es que los islamistas, en una gran mayoría lo apoyaban, aunque lo condenaran con la boca chiquitita. Los mahometanos, aunque estén nacionalizados en diversas naciones europeas no se integran en nuestras costumbres y en nuestra cultura, y, probablemente, los occidentales que se han convertido al Islam (increíble pero cierto, lamentablemente, aunque ignoro su número) las abandonarán para adoptar las islámicas, constituyen una gravísima amenaza para nuestra civilización, de lo que no se han dado, o no quieren darse cuenta, quizá por ocultos intereses, nuestros "buenistas" políticos -me refiero a todos los occidentales no únicamente a los españoles-, que han permitido y permiten -ahora con la crisis ya no tanto- la entrada en sus países a millones de gentes radicalmente opuestos a nosotros, y con los que se producen y se producirán violentos choques -en Fuerteventura, según mi información, los musulmanes superan en número a los majoreros y posiblemente se llevarán los puestos de trabajo en detrimento de los isleños-, y la segunda generación -ya nacida en Occidente- es peor que la primera -que es la llegada-, y la tercera peor que la segunda. Además su natalidad es muy superior a la de los occidentales genuinos, así que dentro de algunos años, quizá en los cincuenta o finales del siglo, superen ampliamente a los autóctonos. Por otra parte los gobernantes occidentales se humillan vergonzosamente ante los islamistas, como hiciera el ahora flamante presidente de la República de Francia, Nicolás Sarkozy, cuando fue ministro del Interior en la presidencia de Jacques Chirac, que interrumpió sus vacaciones para viajar a Egipto a preguntarle al Imán si tenía derecho a prohibir en la nación gala el uso de velo y del burka a las mujeres musulmanas, que la población francesa, sobre todo la femenina, rechazaba rotundamente por ser un símbolo de la sumisión de la mujer ante el poder omnímodo del machismo mahometano.
No soy racista ni xenófobo en modo alguno, y cuando viajo a un país con religión -aunque soy aconfesional- y costumbres distintas a las de España, las respeto y cumplo -como hice en Oriente en los templos budistas y sintoístas-, y si tuviera que vivir en uno de ellos por las circunstancias me adaptaría en la vida pública -a las costumbres no a la religión, obviamente-, otra cosa sería en la privada-, pero los musulmanes -salvo honrosas excepciones- no solamente no quieren aceptar nuestras leyes y nuestro modo de vida sino que pretenden imponernos, a veces violentamente, las suyas, porque su objetivo es, ya lo expresa claramente ese cartel de la manifestación de Londres, que el mundo sea musulmán. Y los políticos occidentales sin enterarse de la terrible bomba de relojería que tienen instalada en sus respectivas naciones con los millones de islámicos, que además tienen la osadía y la desfachatez de manifestarse para protestar por el exterminio de un sanguinario terrorista como fue Osama Bin Laden, y encima en una capital que sufrió uno de sus horribles atentados, sin que se impidiera por la autoridad correspondiente esa concentración, al contrario, permisión por debilidad institucional o por un erróneo modo de entender las libertades democráticas para unos foráneos que conculcan sistemáticamente las del país que generosamente los ha acogido, y a los que nada les importa el dolor de los familiares de las víctimas. Con estas radicales posturas no valen políticas de contemporizaciones y complacencias de clase alguna sino el empleo de métodos expeditivos como la inmediata expulsión de todos esos millones de inmigrantes musulmanes tan peligrosos. Y que se alegue como argumento que son necesarios para el trabajo industrial o agrícola -algunos poseen lucrativos negocios- porque en esta época de crisis económica se encuentran muchísimos parados occidentales dispuestos a desempeñar esos empleos, y porque constituye una enorme injusticia que mientras el foráneo no occidental trabaja el autóctono se encuentre en el paro. Si muchos se han nacionalizado o han nacido en esos países occidentales, que los respectivos parlamentos aprueben leyes excepcionales que permitan su expulsión porque en estos casos la nacionalización o el nacimiento no conlleva el amor a la nación pues ante y sobre todo son musulmanes. Ya lo han expresado clara y rotundamente. He visto y oído en el canal local "9 Televisión" a un miembro de una ONG censurar acremente a la Unión Europea por haber endurecido en la actualidad las medidas antiinmigratorias; este individuo, para ser consecuente, debería abrir la puerta de su domicilio a todos los indigentes que hay en nuestra ciudad para que puedan dormir bajo techo y alimentarlos. No se puede ni debe despotricar tan alegremente sin conocer la gravísima problemática que conlleva la inmigración masiva, como he demostrado palmariamente en este artículo. ¡Es que quiere que Occidente sea para ellos y nosotros, los naturales, quedemos arrinconados y dominados! ¡Es que cree que la capacidad de recepción de inmigrantes en los países europeos es ilimitada y sus recursos inagotables! ¡Y en nuestras islas se está al máximo de sus posibilidades por superpoblación, sobre todo en las más desarrolladas, aunque quizá pretenda extenderla a La Palma, La Gomera y El Hierro! No se puede ser tan demagogo e irresponsable, y más en las actuales circunstancias económicas y políticas que este señor parece desconocer por lo que le aconsejo que antes de hablar tan a la ligera se informe exhaustivamente de la realidad de la situación para que pueda hablar con conocimiento de causa.
No se trata de racismo ni de xenofobia, insisto y repito, sino de defender y garantizar para nuestros descendientes la cultura, las costumbres y la religión -si se quiere- que tantos siglos de lucha nos costó formar y conquistar. ¡Que nuestros políticos occidentales olviden el "buenismo" y luchen eficaz y valientemente por el bienestar y la seguridad de sus electores y de sus auténticos coterráneos! No se puede, ni debe, admitir a quienes pretenden anularnos, conquistarnos y dominarnos, como ya han anunciado públicamente ¿Lo aceptaremos cobardemente como un hecho inevitable sin luchar valientemente para impedirlo? A las asociaciones ciudadanas les corresponde manifestarse públicamente para obligar a los políticos a actuar en consecuencia con la gravedad del hecho.
Carmelo Dávila Nieto